Foto: Jc.
Las sorpresas llegan cuando menos lo esperas. Después solo tienes que cuidarlas.
JAZZ BAND…
Llevaba la melena larga, roja, ondulada; la piel fresca de los veinte años y el corazón en la punta de los dedos. Como su talento, escanciado en el borde de los labios.
Era delgada, quizás en demasía, pero escondía un secreto. Enseguida se vio.
Estaba allí, subida al escenario, confundida entre la banda, mirando, más que oyendo, las notas del piano, la sustancia del jazz, concentrada en el infinito de su música.
De pronto, dio un paso al frente, hacia el público, y, sin verlo, comenzó a cantar. Su voz llenó espacios vacíos, desnudó las ondas de ausencias, ocupó la orilla del contrabajo, y saltó, con los palillos, por la piel de la batería.
Estuvo acompañando al saxo, sumergiéndose en la riqueza de sus tonos hasta que, poco a poco, se fueron apagando todos los instrumentos, convirtiendo sus notas en murmullos de fondo, y los murmullos del fondo en silencios.
Él pensó que no estaba allí por casualidad, que haber salido a cenar y que en el restaurante tocara una orquesta, no era simple azar.
También pensó que ella no cantaba porque si, sino porque el tiempo le había regalado esa coincidencia.
Y acariciando el sonido con los ojos, disfrutó del momento, tal como estaba aprendiendo a hacer, mientras la voz se iba haciendo carne y salía del escenario.
Su última nota se quedó flotando en el aire, llenando la noche de sentido.
…
Así fue como llegaste a mi vida, despaciosa y lentamente¸ como de puntillas, derramando arpegios en mi corazón, mezclando acordes de tu cuerpo con tus manos y cantando con tus ojos armonías que llegaban al alma.
Autor: José Cruz Millana (JotaCé).